Soliloquio.-

enero 27, 2016

-«Yo sabía que él no me quería porque nunca me esperaba en el andén».

Eso pienso mientras sé que me engaño, porque ni siquiera venía a la estación. Yo siempre le buscaba entre la gente por si esta vez me había dicho que tenía trabajo para darme una sorpresa.

Pero no, no me gusta este principio. Le falta mensaje, le falta verdad. Me pongo a pensar mientras mis ojos comienzan a distinguir entre la oscuridad las formas de mi habitación. La dinámica siempre es la misma: Creo verte entre las sombras, el otro lado de la cama siempre te echa de menos, la torre de cojines que te sustituye empieza a desequilibrarse.

Tengo que dejar de dar vueltas en la cama. Decúbito lateral derecho. Decúbito lateral izquierdo. Tic, tac. Los número rojos del despertador pasan sin compasión.

¡Eureka! (¿Quién dice Eureka en el siglo XXI?). Calla que tengo la frase para empezar el cuaderno que me regalaste:

-«El piropo más bonito que jamás he escuchado fue «Yo no entiendo viajar si ella no puede venir conmigo y verlo. Si no lo puedo compartir con ella, prefiero no ir». Ella era su mujer, y eso me lo contaba tendidos en mi cama después de acostarnos».

El amor es apostar contra la certeza.-

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